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Insultos

En Argentina, los insultos tienen una particularidad. Buena parte de las palabras insultantes, pueden tener un sentido positivo también de acuerdo a la situación o al contexto.

Por ejemplo, «guacho». Una mala persona es un «guacho». Pero se le puede decir a un amigo que acaba de aprobar un examen sin haber estudiado, «sos un guacho», casi admirativamente. Lo mismo se puede aplicar a «turro» y hasta a «hijo de puta» (muy válido el comentario sobre la autocensura).

De igual manera, pueden ser apelativos para un saludo entre amigos (y cada vez más entre amigas también): «¿Qué hacés, guachito?», «¿Cómo andás, turro?», «Qué decís, bolú», etc..

En definitiva, puede decirse que en Argentina la mayoría de los insultos dependen de la intencionalidad del hecho más que de la palabra utilizada.

Como bien se ha señalado existe toda la variante correspondiente al «re», «recontra» y etc., que en algún caso trambién puede llegar a denotar admiración.